Las comunas de Medellín, otrora bastiones de la violencia, han sido testigos de innumerables homicidios
Medellín aún carga consigo las cicatrices de un pasado violento. Entre las sombras de su transformación, persisten las llamadas “fronteras invisibles”, líneas imaginarias trazadas por el crimen organizado que han segado innumerables vidas. Estas fronteras, lejos de ser un concepto abstracto, fueron una realidad que marcó a generaciones enteras.
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Desde la época de Pablo Escobar, cuando el poder del Cartel de Medellín se extendía como una telaraña por la ciudad, las “fronteras invisibles” fue el escenario de enfrentamientos sangrientos entre grupos criminales. Estas líneas divisorias, a menudo marcadas por calles o simples cruces, determinaron el dominio territorial de las estructuras criminales y han condenado a muerte a quienes se atrevían a cruzarlas.
Las comunas de Medellín, otrora bastiones de la violencia, han sido testigos de innumerables homicidios perpetrados en estas fronteras invisibles. Jóvenes, adultos, inocentes y culpables, todos han caído víctimas de la bala asesina.
Un reciente caso judicial ha puesto de manifiesto la crueldad de estas prácticas. Alias “Samir”, cabecilla de la estructura criminal La Sexta, fue condenado a 29 años de prisión por ordenar la muerte de seis personas que cruzaron las fronteras invisibles de su dominio. Su sentencia es un recordatorio de que detrás de cada número en las estadísticas de homicidios hay una historia de vida truncada, de familias destrozadas y de un tejido social desgarrado.
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Así mismo fue sentenciado por el homicidio de Aldemar Grajales Obando, alias “El Panameño”, perpetrado el siete de abril de 2005 y atentar contra un menor de edad con arma blanca el 8 de junio de 2011.
Alexander Jaramillo Cartagena, alias Samir mediante preacuerdo, aceptó su responsabilidad en varios crímenes ocurridos en la capital antioqueña, informó la Fiscalía General de la Nación.
Bello, municipio vecino de Medellín, ha sido testigo de una historia reciente marcada por la violencia y el control territorial de grupos criminales. Entre los años 2018 y 2019, la disputa por el dominio de ciertos corredores viales convirtió a esta localidad en un verdadero campo de batalla. Según el director de Corpades, Luis Fernando Quijano, siete corredores viales se convirtieron en zonas de difícil acceso, controladas por las estructuras criminales de El Mesa, Pachelly y Niquía Camacol.
Estos corredores, conocidos como “la Selva” y “el Carretero”, entre otros, se convirtieron en sinónimo de peligro y muerte. La presencia de grupos armados generó un clima de zozobra entre la población civil, que se vio sometida a constantes amenazas y extorsiones.
La convivencia entre las diferentes bandas criminales se caracterizó por una constante tensión y enfrentamientos. El dominio territorial se disputaba metro a metro, y cualquier movimiento en falso podía desencadenar una ola de violencia. Los habitantes de estos sectores se vieron obligados a vivir con el miedo constante de ser víctimas de un ataque armado.
La cifra exacta de víctimas es difícil de determinar, ya que muchos casos quedaron en la impunidad. Sin embargo, es evidente que el fenómeno de las fronteras invisibles ha dejado una profunda huella en la sociedad.