Por décadas, el arbitraje internacional ha sido presentado como un mecanismo neutral, imparcial y eficaz para resolver disputas entre Estados. Pero el caso de El Chamizal, un pequeño territorio fronterizo entre México y Estados Unidos, evidencia todo lo contrario: el sistema de arbitraje internacional puede fallar, incluso cuando falla a favor de la justicia.
Una victoria que tardó medio siglo en valer
En 1911, un tribunal arbitral —la Comisión Internacional de Límites, con un tercer comisionado canadiense— falló a favor de México en una disputa de soberanía sobre 177 hectáreas de terreno en El Chamizal, zona fronteriza entre Ciudad Juárez y El Paso, Texas. El fallo fue claro: el territorio le pertenece a México. Sin embargo, Estados Unidos simplemente se negó a acatar la decisión, declarando que el fallo era “imposible de cumplir”.
Durante más de 50 años, el arbitraje fue ignorado por la parte perdedora. El territorio, aunque legalmente mexicano, siguió bajo control estadounidense. Un caso que debía haber sido resuelto en dos años, según la Convención de 1910, se convirtió en un símbolo de la fragilidad del sistema de justicia internacional cuando enfrenta a potencias.
¿Arbitraje o sumisión?
El caso El Chamizal ilustra cómo el arbitraje internacional, cuando no tiene mecanismos coercitivos efectivos, depende del poder y la voluntad política del perdedor. Pese a tener a la ley, la historia y el laudo a su favor, México tuvo que esperar hasta 1963, tras intensas gestiones diplomáticas y presión del presidente López Mateos, para lograr la devolución efectiva del territorio. Solo una reunión directa con el presidente John F. Kennedy permitió desbloquear lo que medio siglo de arbitraje no pudo.
¿Fallo simbólico?
El tribunal arbitral dividió el territorio entre ambos países, pero ni siquiera esa “solución salomónica” fue respetada por Estados Unidos. Las objeciones técnicas, como la supuesta imposibilidad de trazar la línea exacta de frontera, fueron utilizadas como pretexto para congelar el cumplimiento. La doctrina del derecho internacional, los tratados vigentes, e incluso principios del derecho romano, fueron invocados por México… pero el arbitraje, sin voluntad de cumplimiento, quedó vacío de fuerza legal.
¿Y si el fallo hubiera favorecido a EE. UU.?
La gran pregunta que queda flotando es: ¿qué habría pasado si el fallo hubiese sido a favor de Estados Unidos? Probablemente, habría sido ejecutado con celeridad, sin necesidad de negociaciones posteriores, ni discursos históricos, ni reuniones presidenciales. El doble rasero del cumplimiento arbitral queda expuesto.
Lecciones para hoy
El caso de El Chamizal es un claro recordatorio: el arbitraje internacional no siempre es justo, ni inmediato, ni respetado. No basta con tener razón ni con un laudo favorable; si la parte perdedora tiene poder para resistirse, lo hará. El sistema necesita reformas urgentes para garantizar cumplimiento efectivo, sanciones a quien desacate fallos y equilibrios reales entre las partes.