No sabemos si Kimberlyn Campos conoce lo que ella significa para el fútbol femenino venezolano, si entiende la dimensión de su logro al firmar, como campeona goleadora de Argentina, con el River Plate de Buenos Aires.
Kimberlyn ha dejado de ser, como lo fue en su momento Deyna Castellanos, una mujer jugadora para convertirse en un símbolo. Y no estamos hablando de su calidad como futbolista, sino de que a partir de ella, saliendo desde las brumas de su balón en juego, se ha abierto un caudal de ilusiones.
Fue la artillera mayor del fútbol femenino en 2024, y desde ahí su recién estrenada fama para llegar al llamado equipo millonario. Viéndolo bien, y a sus 21 años de edad, ya ha jugado en Venezuela, España (en el Real Oviedo) y ahora en tierra de gauchos y Martín Fierro. Nació en Tinaquillo, y hoy debe ser la jovencita más admirada en toda la extensión del estado Cojedes.
Con ella y con todo el fútbol femenino, está llegando algo nuevo. Si la mujer ha invadido muchas de las tareas que la sociedad había guardado durante siglos y con celo de guardianes para los hombres, hoy día ellas llegan y no solo toman desprevenidos a los prejuiciosos, sino que han añadido un valor que al deporte le estaba haciendo falta. Hemos presenciado con jolgorio de fiesta patronal a las muchachas en el voleibol, el baloncesto, en la pista y en el campo, pero hasta hace poco no en el fútbol. Pero se cansaron de esperar su lugar, de tejer de día y destejer de noche como la Penélope de Ulises, para llegar y decir “aquí estamos nosotras”.
Aún se siente palpar entre algunos de los hombres su falta de convicción. “A mí no me gusta ese fútbol”, argumentan, pero no se sabe si es por discriminación o por falta de costumbre. Quizás eso dicen, pero no sabemos si cuando el Mundial de 2023, de Australia y Nueva Zelanda, se entusiasmaron e, indoblegables, se hicieron silenciosos aficionados “por el ojo de la cerradura” para no ceder en sus posiciones. Habrá que decirles la popularidad que esta versión futbolística ha adquirido en Europa, y que en Estados Unidos es más admirada su selección de “teen girls” que la de los varones. Ellas lo han ganado todo; ellos, con bastante menos se han conformado.
Bueno, al final de todo esta disertación, que puede verse como una defensa del fútbol femenino, comenzó con el paso de gigante de siete leguas de Kimberlyn Campos, hasta llegar hasta el área de los incrédulos. Total, el fútbol de las chicas crece, y luego del suceso del Mundial de hace dos años, en Brasil, país del fútbol, ya preparan el campeonato de 2027. Y como últimamente su selección de hombres no da cierto, las miradas cariocas, paulistas, paulistanas, mineras, gauchas y bahianas vuelcan sus fervores nacionalistas en “as meninas do futebol”. Tal vez ellas podrán conseguir lo que últimamente “a garotada” no ha podido: el título universal.
De Pita y Argelia a 2024
Ahora nos llegan desde los rincones de la memoria las figuras de Pita Rodríguez y Argelia Mallé. Atrevidas, con la osadía pintada en sus camisetas, desafiaron los tiempos y los prejuicios y por allá, por los años 79-80, las vimos jugar junto a otras muchachas en los torneos del Distrito Federal (entonces llamado así) y de Vista Alegre.
Era una rareza, una sinrazón, porque entonces se consideraba al fútbol como asunto de varones. Pita, seria, decidida, era calidad, dominio de la pelota y las circunstancias del juego; Argelia, menos dotado en lo futbolístico pero todo un derroche de voluntad.
Fueron ellas dos de las pioneras de un deporte al que les costaba admitirlas; ya hoy no, porque con la explosión de las mujeres en diversos campos de la vida, por su participación sin complejos ni ataduras, son plenamente aceptadas, admiradas y queridas.